Este proyecto consiste en retratar a mi primo durante una semana, todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar. A inicios de la cuarentena, tuve la necesidad de explorar el cuerpo, como una reacción natural al aislamiento que se está viviendo y a la falta de contacto físico. El último día que fotografié a mi primo, me percaté que manifestaba cierta incomodidad al mostrar su cuerpo, fue entonces cuando le sugerí que se cubriera con el fondo y ahí comenzó la magia, una aceptación mutua de lo que nos produce seguridad y por ende de nuestros miedos.
Este proyecto consta de una serie de fotografías, donde retraté a mi primo durante una semana, todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar. A inicios de la cuarentena, en mi país Costa Rica, tuve la necesidad de explorar el cuerpo, como una reacción natural al aislamiento que se está viviendo y a la falta de contacto físico. Es por tanto que observé y busqué un acercamiento sensible con mi primo, como una revelación de nuestras necesidades develadas en sus expresiones corporales. Han sido días de montañas rusas, en donde las grandes atracciones son nuestras emociones y necesidades más profundas. Las cosas que nos daban seguridad y protección se convierten ahora en armas mortales; dar un abrazo, un beso, o el más mínimo roce, se ha transformado en algo súper exotico, como el algodón de azúcar que comíamos de niños en en las ferias de nuestro pueblo. El ultimo dia que fotografié a mi primo, me percaté que manifestaba cierta incomodidad al mostrar su cuerpo, fue entonces cuando le sugerí que se cubriera con el fondo y ahí comenzó la magia, como una aceptación mutua de lo que nos produce seguridad y por ende de nuestros miedos.
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