El proyecto surge ante la necesidad de la Municipalidad de Curridabat que se plantea la construcción de un nuevo centro de desarrollo humano en el barrio de Cipreses. Esto como parte de un nuevo que plan regulador de la municipalidad que busca crear una infraestructura que garantice a la ciudadania una lista de experiencias características de una "Ciudad Dulce". Una charla sobre las abejas y su función se utilizo como insumo inicial en el proceso de diseño, del cual se extrajo el concepto del sonido como material constructor de la calidad espacial arquitectónica, es decir, como un generador de experiencias, atmósferas y eventos apegados a las pautas del plan regulador con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los usuarios. De este posicionamiento conceptual, y de las características geográficas del sitio, que presenta un rebalse de agua en la cuenca del rio María Aguilar se concibe la idea de utilizar este problema como una oportunidad para mejorar el sitio de manera general y utilizar una recurso que es usualmente negado y escondido en la arquitectura misma, trayéndole un protagonismo esencial en la experiencia atmosférica del proyecto. El proyecto se posiciona como un replanteamiento sobre cómo vivimos, creamos y percibimos el espacio arquitectónico, argumentado a favor de los sentidos olvidados ante la vista en la disciplina.